Te invito a ver esta entrevista que me realizó Óscar Lamela Méndez desde Leganés, Madrid en España.

Les comparto esta entrevista que me realizó Óscar Lamela Mèndez y en la cual hablo sobre la literatura que trabajo y el proceso escritural. Les invito a darle like y suscribirse al canal de Óscar que siempre ha apoyado a los escritores contemporáneos. Espero que la disfruten!

Fragmento de novela

Mirando por la ventana mientras se escucha Weary Blues interpretada por Johnny Hodges y Duke Ellington, el sax me hunde en el pensamiento: hay un tiempo duro para amar y es este. La objetificación del propio ser ante todo, como concepto que antagoniza lo que se desenvuelve frente a sí mismo…cómo no ha de haber escepticismo en el acto desprendido de otro?, cómo no ha de haber una cuerda floja a punto de romperse en el mensaje de una voluntad de amar, o una comodidad sostenida, en el estar quieto frente a otro, como un pincel hundido en la humedad de la acuarela. Estos Days of Wine and Roses de Wes Montgomery, que nos recuerdan que una copa de vino o una rosa no son nada si se tienen en la soledad. No es lo mismo guardada en un domo de vidrio. O acaso el vino es la rosa líquida que nos recuerda aquello que antes era dar y ahora apenas se nos olvida porque el mensaje constante es confrontarnos a un espejo que es un lago que todos los dias se evapora y hay que zambullirse para rehacerlo de nuevo cada mañana. Yo una vez quise decir una verdad. Pero la palabra amor no fue suficiente. Acaso el tigre de cristal se impone como un piano de hielo carente de un humanismo que si acudiese a la melodia de la fragilidad entonces se atisbase una esencia como el aire sostenido en la esencia de las cosas. Quien ama es desperdicio en estos tiempos que el ruido todo lo devora y los reflejos del agua son fauces que aciagos atraviesan el numen.

[Fragmento, escritura en proceso/glendalys marrero♤]

Memorabilia

[fragmento de novela]

El futuro es un espacio imposible.

La utilidad de los recuerdos la vino a entender muy tarde en la vida. Veía las fotos viejas. ‘Pero no sólo las fotos albergan recuerdos’. Allí estaba la maquinilla, el recuerdo de ese sonido en las noches, la luz a través de la cortina que cubría imparcialmente los vitrales de lirios diseñados en las ventanas.

Quería darle volumen al personaje. Decía que era una manera de densidad. Sólo en lo denso nos acercamos a una posible verdad y esa era su filosofía de escritura. «Sólo ahí ostentamos el recuerdo.» Igual que los pájaros, los libros nos recuerdan los lugares en los cuales hemos estado mucho más que el lugar mismo. Así guardaban los pájaros la memoria de lo leído. ¿Qué lees?- siempre me preguntaba cada vez que nos veíamos. Le interesaban esas cosas, los pájaros estaban ahí como una fuente incesante de la memoria.

Siempre pensé que esa memoria estaría adentro de sus ojos amarillos como un vórtice. Como una flor giratoria, como la machina de aquella noche en la cual no había un padre, yo me lo imaginaba así, recibiéndome, con los brazos abiertos, y con la dulce nube de algodón y la manzana glaceada, con el brillo fulgurante sobre el rojo más espeso de todos los rojos.

¿Te has quedado alguna vez embelesado con los colores de una imagen en la textura del aire? Eso precisamente es una flor.

Azogue

Lo que le inquietaba, cuando se desvelaba, era esa distancia entre la palabra y lo que la palabra representa. El sentido inasible de la existencia de las cosas en el sonido espejo donde reconocemos un lugar común. Un fotógrafo que siempre quiso ser director de cine, cada vez que fijaba el botón de su cámara sentía que se interponía distancia entre el objeto capturado y la memoria. Luego, repasando sus fotos impresas, se quedaba con la sensación de que tenía recuerdos por asir, como sentir la tensión de un hilo de pescar y percatarse que el anzuelo está enganchado a un vacío. Nada pasa, hubo una fuga. Así era que él definía la vida, una fuga constante de memorias. Mientras me leas yo existiré. Le decía en sus cartas. Para él, esa línea era casi como aquel disco de Miles Davis que solían disfrutar juntos los viernes en la tarde o la fina tela que cubre la acerola que ella acostumbraba dejar en una esquina del plato y que él recordaba al escuchar el nombre de la fruta.

[Fragmento de novela]